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Abstract

El médico de su honra de Calderón de la Barca es una obra fracturada que, en la famosa locución de Stanley Fish, siempre ha permanecido “recalcitrant to interpretation.” Mientras que Gutierre puede ser el protagonista torturado de un drama de honor que enfrenta su amor por su esposa contra las demandas de su honor, El médico no es la obra de Gutierre. El médico es la obra del rey. Este monarca, sin embargo, es en si un personaje fracturado, una figura dramática e histórica conocida como “Pedro el Cruel” y como “Pedro el Justiciero.” Pero el rey que vemos paseándose por el palacio, un rey que entabla combate con los rufianes de la calle, encarcela a los malhechores y logra controlar a la nobleza andaluza, está muy lejos del rey que vemos en el mundo de la obra dramática, un rey impotente que es consciente de estar proyectando el poder que puede que no tenga. Dado que la obra dramática como texto y el mundo de la obra dramática ofrecen dos perspectivas diferentes de la monarquía que no pueden reconciliarse ni racionalizarse en un todo coherente, quizá sea hora de someter a El médico a una lectura cubista, una que llevará estos dos marcos de referencia distintos y a menudo contradictorios al primer plano y les permitirá existir independientemente uno del otro en el mismo plano interpretativo. Tal vez sea hora de pensar en El médico ni como poesía ni como drama sino como lo que el crítico cubista Guillaume Apollinaire ha llamado un “art of conception” que apela no al ojo sino al intelecto, an “art of conception” que hace que una comprensión de la autoridad real sea tan fracturada como la propia obra.

Calderón de la Barca’s El médico de su honra is a fractured play that, in Stanley Fish’s famous locution, has always remained “recalcitrant to interpretation.” While Gutierre may be the tortured protagonist of a wife-murder play that pits his love for his wife against the demands of his honor, El médico is not Gutierre’s play. El médico is the king’s play. This monarch, however, is himself a fractured character, a dramatic and an historical figure known both as “Peter the Cruel” and as “Peter the Just.” But the king we see strutting through the palace, a king who tilts with street ruffians, imprisons miscreants, and brings the Andalusian nobility to heel, is a far cry from the king we see in the world of the play, an impotent king who is aware that he is projecting power he may not have. Given that the play as text and the world of the play offer two different perspectives of monarchy that can neither be reconciled nor rationalized into a coherent whole, perhaps it is time to subject El médico to a Cubist reading, one that will bring these two distinct and often contradictory frames of reference to the foreground and allow them to exist independently of each other on the same interpretive plane. Perhaps it is time to think of El médico neither as poetry nor as drama but as what the Cubist critic Guillaume Apollinaire has called an “art of conception” that appeals not to the eye but to the intellect, an “art of conception” that renders an understanding of royal authority as fractured as the play itself.

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